En varias regiones de Colombia, la presencia de perros y gatos callejeros ha comenzado a afectar los ecosistemas naturales. En parques nacionales y áreas rurales, estos animales han sido identificados como depredadores de especies silvestres, generando un desequilibrio en la biodiversidad.
Los perros ferales, que han formado manadas tras haber sido abandonados, han sido vistos cazando aves, roedores e incluso especies en peligro de extinción. Por otro lado, los gatos callejeros representan una amenaza para poblaciones de reptiles y aves pequeñas, algunas de las cuales ya están en riesgo debido a la deforestación y la contaminación.
Biólogos y conservacionistas han advertido sobre la necesidad de estrategias que reduzcan la interacción entre los animales domésticos en condición de calle y la fauna silvestre. Programas de captura, esterilización y reubicación podrían ser clave para mitigar este impacto, pero requieren una acción conjunta entre entidades gubernamentales y organizaciones de protección animal.